«Me serena, me brinda paz, me propicia sosiego. Me dejo llevar hacia los altos cielos y descender hasta los valles donde el espíritu se agranda y al sublimarse, te ennoblece.
Me extasía, me desahoga y me alcanza el pensamiento para no dejar de sentir que estoy divinamente sumergida entre notas musicales que me sostienen en este vuelo sin destino en cuyas alas me despliego, como un cóndor o un águila, y planeo sobre las orlas de nubes tornasoladas.
Me envuelve, me hechiza, me devuelve la alegría con su melancolía in crescendo hasta alzarme más arriba de lo más alto; así tocaré el cielo con las palmas para descender sin penas ni tristezas y volver a soñarme asida a las crines de mi yegua blanca.
Me despeja, me inflama, me brinda esperanza. Y me dejo arrastrar de nuevo en volandas hasta las altas cimas mientras contemplo la vaguada y el río que la serpentea con mis ojos avizores, cristalina mi mirada como el agua fresca donde me detengo a beber para descansar después del último viaje a los recónditos estanques donde naufraga el alma que no reposa, que se detiene a escuchar el pálpito de la noche en la postrera mañana del día después de la batalla».
Alicia Rosell Vega®© 12 diciembre 2015.