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«Soy palmera que crece robando agua a un espejismo para calmar la sed de mi piel desierta, desnutrida de caricias, desprovista de esas manos que se arquean o enderezan sobre mi piel que a tu paso, se eriza.
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Soy sueño que te inventa para sentir tu beso en mi mejilla, el roce de tus dedos o alguna mirada furtiva, que atrapo en ese segundo en que nuestros ojos se buscan y esquivan.
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Lo único que no soy, fuera de mi, perdida en la espesura de mis pensamientos, -lejos de oasis y lúcidos sueños- no lo sabré mientras tú no me lo digas y deje yo de errar por tus recónditos senderos con mi cuerpo a la deriva.
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Deberé yo convertirme en santuario o templo para tu silencio y castidad para tus sentidos para que no vengan a despertar la incertidumbre que cierra los poros de mi piel, impedirme respirar la vida que por mis venas fluye y se me vacíen en el caudal río de mis penas…»
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Alicia Rosell, escritora