«Invierno. Cerrado invierno. Sobre mi paisaje arrecia el viento, llueve y hace mucho frío. Se barrunta nieve en la gélida atmósfera. Mientras tecleo frente a mi ventana el invierno entra y se cobija entre mis pies, en la punta de mi nariz y las yemas de los dedos de mis manos.
No me veo, pero me siento cual témpano de hielo: trazo letras con el bombeo de mi sangre por ver si se calienta mi invierno, crudo invierno, sobre la inmaculada hoja de papel. Cojo velocidad. Mis dedos se empiezan a templar. Y surge, me llega una imagen de otros tiempos. Me detengo al recordar la lectura de “El príncipe feliz”* y siento más frío en ese jardín con “el gigante egoísta” de Oscar Wilde.
He regresado al pasado de mi infancia sin ver caer ni un copo mientras espero las primeras nieves como cada invierno. Me levanto y busco el cuento en mi biblioteca, lo releo y entiendo por qué el paisaje me devuelve, cada año, la misma esperanza. Por fin estoy preparada para recibir las primeras nieves. Pero antes debo esperar la llegada de otro invierno -distante y bien distinto- para que el niño aquel que no regresó a jugar con los demás en el cuento vuelva a buscarme y me lleve hacia la eterna primavera; todos los demás me encontrarán sentada bajo un árbol frondoso, con un vestido de flores blancas y una sonrisa de felicidad en la cara.
Las sombras del gigante egoísta han desaparecido con su muro y su nieve eterna. Dejé de sentirme de puro hielo ante la visión del paisaje que contemplo desde mi amplia cristalera. Pronto volverá el canto del mirlo a endulzar mis oídos.»
ALICIA ROSELL©® Purificación Ávila. “Cuentos con moralina”.
* “El gigante egoísta”, de “El príncipe feliz y otros cuentos”, de Oscar Wilde.