«Por la ventana me llega el aire fresco mezclado con olor a fritangas, sopas, pescados y comidas quemadas. No me llega el olor del jardín hasta el atardecer, como en días de calor, aunque ya vamos camino del otoño y la clorofila no llegue a inundar mi pituitaria.
Tampoco escucho el canto del mirlo desde que me marché en julio. Lo echo en falta y lo necesito tanto como el aire que respiro para poder volar. Desde ese árbol del jardín donde hizo su nido, mi amigo me cantaba nanas y sus silbidos se confundían con mis suspiros.
Tal vez migró huyendo del calor y ahora que llega el frescor del otoño, regrese. Ese mirlo forma parte de los sonidos que llenan mis oídos para serenar mi alma a través del paisaje que me une a la madre natura y es mi consuelo en días de soledades.
Seguiré con la esperanza de que a mi ventana llegue mi dulce cantor para serenar mis horas de silencios fatuos.
En la vida basta una sola ilusión para no caer en la abulia y sostenernos por nosotros mismos. Mi cayado es ese canto de los pájaros, el sonido de los árboles mecidos por el viento o salpicados por la lluvia, la hojarasca que crepita y sale en volandas haciendo piruetas en el aire, las flores de los jardines, el caprichoso juego de las nubes formando figuras en el cielo o el revoloteo incesante del viento jugando con mi cabello.
Respiro y aspiro todo, soy ladrona de sentidos porque por mí respiran y absorben la belleza de la vida, aunque a nuestro alrededor o desde nuestro interior, se nos derrumbe el mito de la felicidad.
Mientras vivo de espaldas a mi ventana, escuchando sin ver, continúo esperando a mi amigo, pero solo escucho el ladrido de un perro que se siente solo en medio de la nada.»
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“Quijotadas y Mansedumbres” ISBN tramitado. Alicia Rosell Vega®©🌹
Bilbao. Jueves, 8 de septiembre de 2016. DÍA DE EXTREMADURA.
Alicia Rosell Vega