«Estoy aquí, mirando el cielo que pretendía alcanzar de niña mientras tapaba el sol con la palma de una mano para ver reflejada mi silueta en las nubes que corrían sobre mi cabeza. Pero no estoy en carne y hueso. Me he trascendido tras haberme devanado el cerebro pensando en una sola noche que no ha terminado. Sigo aquí, oteando el horizonte desde mis raíces entroncadas, olfateando el aire que te envolvía como una ladrona, para recuperarte un poco, solo lo suficiente para no sentir que me rompiste para nada, porque la nada no existe y eso sería no haber vivido.
Yo solo quise ser mujer amada; hasta que tus dedos dejaron marca en mis brazos de mujer enamorada, tonta, amorosa, solo mujer que ama. Y me deshice en polvo de alas de mariposa y de arena del camino para que me pisaran todos los pasos cuando lloviera, nevara o al llegar la dulce primavera, los niños vinieran a jugar rodando entre la hierba donde mi espíritu habitara.
Déjame ya regresar al torbellino de tus manos de alfarero buscando esa nada que me diste para desasirme de ti y cortar el hilo invisible que unía mi mirada a la tuya, pero pásame un cuchillo porque la parte que proviene de tu parte es gruesa y tosca como soga. Y cuando lo corte, puedes hacer con él otro cordón umbilical, pero por favor, escoge a una mujer olivo, que sepa que la vas a romper y que ella sola deberá recomponerse para sobrevivirte…
Suerte. Deséamela: no sé si sabes que está por llegar otro día y me desharé de mis locuras cuando me broten las primeras ramas donde estuvieron mis brazos, y ramilletes de yemas llenarán mis piernas para cubrirlas de hojas que den sombra bajo su fronda cuando llegue el verano; será cuando yo sienta que las fragancias que exhalo no se quedan atrapadas porque volarán libres, volarán alto y libres, muy alto, hasta llegar al cielo y besar las nubes, y bajar las manos y besar el sol y volver a mi camino, a mi fronda, a mi campo y a mi nueva vida, reflejo de todo cuanto existe en el jardín del Edén. Hasta que regrese, porque tengo tantas vidas como muertes tú me diste.
Ya no esperaré las alas que me harán libres, porque libre soy para sentir el desgarro de tus renaceres como dolorosos partos, una y otra vez, solo para volver a buscarme y rematarme, ensartarme en un ramillete de flores y huir, como un amante enamorado, a llevarle mis restos a esa nueva amada tuya que ya tendrás a tu lado…»
“Quijotadas y Mansedumbres”, extracto de prosa poética de mi próximo libro. TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS
Alicia Rosell Vega® ©Purificación Ávila López