«A veces, quisiera no pensar tanto para no lamentarme por la sangre que derraman los hombres sobre el mundo tiñendo los ríos y los mares con el pecado mortal.
A veces, solo a veces, quisiera dormir y despertar nueva, inmaculada mi frente y sereno mi pecho de los dolores de la vida, para volver a ti, aunque no me llames.
A veces, desde mi locura de mujer que ama en demasía, quisiera dejar mi sensiblería, pero no sería ya mujer ni persona, pues no hay mejor forma de estar muerta que ser ignorada.
Ni siquiera a veces, desde que estoy aprendiendo a olvidarte, puedo recordar tu voz ni tu mirada, mirándome; pero creo que es porque ya nunca me miras ni me escuchas.
En ese instante, no me queda esperanza suficiente para esperarte viendo pasar las horas y los días sin presagio alguno de verte asomado a la ventana de mi vientre embarazado de sueños y huero de no sentir tus manos tibias.
Es a veces, solo cuando me pesa la sombra de tu mirada ausente y lejana, cuando mis labios marchitos, que fueron pétalos de rosa, se agrietan por el viento frío que exhala tu aliento y apaga el dulzor de su carnosidad.
Y es siempre, nunca a veces, mientras mi espíritu se llena de toda la “nada”, cuando me gustaría escuchar el trino dulce de tu voz, llamándome para recogerme del suelo, marchita y desangelada… Y devolverme a la vida.
A veces, solo a veces, quisiera morir a cada instante para volver a nacer despertando con el murmullo de tus palabras amorosas que apenas recuerdo; pues ya no sé qué hacer para abrir una ventana a tu alma y que te entregues a mi con tus palabras.
A veces, mientras duermo, sueño que somos esposos y que no existen murallas ni vallas que nos impidan acercarnos para acurrucarme y despertar contigo sin sentir que no soy nadie porque ya lo soy todo, todo para ti.
A veces, desde mi locura de mujer que ama en demasía, me muero a cada instante esperando sin ti, por ti… Y se me va la vida…»
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“Quijotadas y Mansedumbres”, próximo libro. Alicia Rosell Purificación Ávila López®©